Toy Story 3

Woody, Buzz, Jessie, Tiro al Blanco y toda la banda están de regreso en Toy Story 3… bueno, casi toda la banda… porque al igual que en la vida real, los juguetes también tienen pérdidas.

Han pasado diez años desde la última vez que vimos a nuestros amigos, y el tiempo que ha transcurrido dentro y fuera de la pantalla es el mismo; Andy ahora va a la universidad y debe decidir qué hacer con sus juguetes. Su madre le esgrime tres alternativas: el ático, la donación o la basura.

Por circunstancias que su visita al cine deberá disipar, los juguetes terminan en una guardería, donde todo parece color de rosa (y peluche oloroso), sin embargo, pronto descubrirán que su mundo lúdico y el de los humanos no es tan diferente, y que el rencor, la búsqueda del poder y la lucha por la supervivencia, puede llegar a ser la misma.

A diferencia de sus predecesoras, esta tercera entrega tiene muy poca presencia humana, necesitando por tanto, la introducción de varios nuevos personajes; los principales: Lotso, un oso de felpa perfumado; Chatter Telephone (apuesto a que todos tuvieron uno) o Ken, la pareja de Barbie; cada uno de ellos con una personalidad particular y un «algo que contar.»

La cinta es una verdadera joya de Pixar en cuanto a los aspectos técnicos y se consolida como un final redondo para la historia de los juguetes, gracias en mucho a su buen guión; un cierre como debiera suceder en la vida real…

Ahora, si me preguntan mi punto de vista muy personal y lo subrayo, muy personal… dejando de lado la perfección soberbia de lo técnico, he de decir que la historia me ha parecido un algo o un mucho triste. La razón es sencilla; a diferencia de los dos primeros episodios, la película no presenta la entrañable convivencia de un niño con sus juguetes, a quien considera sus iguales. En esta ocasión, la narración es desde su inicio, un farewell… y como todas las despedidas definitivas, está impregnada de nostalgia. En este marco, y desde un punto de vista más analítico, el filme no trata del adiós de Andy a sus juguetes, sino del paso de un niño a la hombría y aquello que debe dejar atrás para concretarlo, simbolizado esto en la cinta por sus más íntimas pertenencias, mismas que tienen rostros y nombres conocidos, lo que lo hace aún más doloroso.

Asimismo, en las producciones anteriores, los juguetes, incluso los villanos, tenían una carga deliciosa de aspectos humanos combinada perfectamente con dosis de ingenuidad infantil; a diferencia de ésta, donde el antagonista posee un maquiavelismo puro devenido del rencor. En este marco, no puedo dejar de mencionar también, lo oscuro de algunos personajes y cuadros, como Bebote, un nenuco tuerto; el «ojo», un amenazante chango vigilante, o la estrujante secuencia final en un basurero con escenas duras e impactantes que llevan incluso a reflexionar, como en varios pasajes de la cinta, en aspectos como la crueldad o la misma mortalidad. En este sentido, Toy Story 3 es una cinta impecable, pero a pesar de estar hecha con juguetes, está pensada a un nivel más alto, un nivel más sofisticado y reflexivo; se trata de una película para un público mucho más crecido.

En la otra cara de la moneda, la secuencia inicial es una verdadera oda a la imaginación y la animación. De la misma forma, la personalidad (bastante afeminada) de Ken, como pareja de Barbie, es una inyección inesperada de frescura dentro de la historia; al igual que el reseteo de Buzz (como puede apreciarse desde el teaser) que le obliga, no sólo a volver a creer que es un astronauta real, sino incluso, un astronauta flamenco. Asimismo, la analogía con el campo de concentración, el escape al más puro estilo Alcatraz, y el detalle del ojo de la Sra. Cara de Papa, pese a las inquietantes cuestionantes que éste provoca, me han parecido una soberbia genialidad (ya lo verán). Finalmente, el cierre de la cinta es un delicioso ensayo de la preservación del niño que todos llevamos dentro, aún en nuestro proceso de maduración; del mismo modo es un buen acercamiento a la generosidad y al legado a los otros; una secuencia que seguramente arrancará las lágrimas de muchos.

Estoy seguro que la película impactará la pantalla y las taquillas con toda fuerza, que será el estreno del verano y que arrasará con su merchandising los bolsillos de todos los papás (dicho esto con toda la experiencia de la que soy capaz)… no obstante, debo decir, que al menos en mi vivencia personal, pese a lo perfecto del producto, me gustaba más Toy Story cuando se trataba realmente de una historia de juguetes y no tanto ahora, que se acerca mucho más a una historia de la vida real.

En fin… al infinito y más allá.

rea